miércoles, 15 de diciembre de 2010

Oliverio, un pájaro despistado


Todas las mañanas Oliverio brinda su tributo en forma de dulce melodía al Dios Sol. ¡Ah el sol!, esa brillante esfera que deja ver diferentes proporciones de sí dependiendo del día; a veces tan solo un cuarto, otras la mitad,  tres cuartos si se siente generoso y su totalidad encandiladora e hipnotizante, con su contrastante blanco pleno y saturado que se escapa de la negritud acaparadora del lóbrego cielo. A Oliverio le fascina tanto cantar de esa manera que le resulta incomprensible que sus compañeros del día se comporten tan diferente.  Piensa que las raras actitudes de sus amigos no pueden satisfacer al sol y que incluso pueden llegar a provocar su ira. Esto lo perturba tanto que una y otra vez intenta sin éxito convencerlos de modificar sus hábitos. ¡Qué equivocados están el negro canario con sus notas escalofriantes, la gallina de los grandes y redondos ojos con su temeroso tono monocorde que recuerda a un fantasma  o la cilíndrica y flexible mariposa que prefiere arrastrarse y esconderse en la tierra, en lugar de apreciar la gracia de Apolo! Pero todo es  inútil, mejor descansar antes de que lo atrape la noche con su radiante bola de fuego. En ese tiempo que le es completamente ajeno, habitan criaturas realmente extrañas, como Viloreio, un ave de plumaje y trino antagónicos con los otros, que disfruta ofreciéndole su canto a la calurosa y dorada luna y no entiende como los demás osan ofenderla con melodías tan insípidas y actitudes tan anormales como el pequeño y amarillo cuervo,  la exasperante y verde lechuza o el gusano de coloridas alas. 
No muy lejos, una vívora infante sigue negándose a comer huevos y se divierte cambiándolos de nido. 

Antonia



La increíble historia de Antonia, su enorme cabeza y su pequeño gato.

A Antonia la conocimos en un viaje a Calamuchita. Habíamos decidido ir ahí porque el nombre del pueblo nos había parecido muy cómico. Si, solo por eso. Cuando nos dan ganas de viajar, agarramos un mapa, buscamos nombres de lugares graciosos y hacia allá partimos. Es una tradición familiar. A veces sale bien y los lugares son tan divertidos e interesantes como prometen sus nombres, y a veces, no. Pero vale la pena arriesgarse, dejarse llevar por el sentimiento de aventura, liberarse de las formalidades, enloquecer, y elegir un destino solo por el sonido de su nombre. 
Otra tradición familiar, cuando nos aburrimos de buscar nombres divertidos, es la  siguiente: taparle los ojos a un miembro de la familia, ponerle un mapa en frente y obligarlo a poner una chinche en alguna parte del mismo. La chinche decide el destino de las vacaciones. No solo es entretenidísimo sino que además nos evita tener que decidir. Es que para mi familia es muy difícil elegir entre varios destinos. Por ejemplo, las últimas vacaciones estuvimos una semana para decidirnos entre Teresópolis y Venado Tuerto. Ganó Venado Tuerto. Todos acordamos que era preferible arriesgarse a ver manadas de venados tuertos que a ver montañas de teresos. Somos arriesgados pero tampoco la pavada. ¿De que estaba hablando? Ah, sí… Antonia. Calamuchita resulto ser todo lo que su nombre prometía. Ahí conocimos gente extraordinaria. Una tarde mientras tomábamos mate debajo de unos árboles con los pies metidos en un arroyo, nos hicimos amigos de Vicente. Vicente había sido un domador de pulgas muy reconocido en los años en que el circo estaba en su apogeo. Durante los días que estuvimos juntos, nos develo los secretos de la doma de pulgas (un oficio realmente fascinante) y nos contó como hacer para que un saquito de té rinda cuatro tazas. Otra tarde conocimos a Stella Maris, una señora regordeta, ex bailarina del Real Teatro Ruso, que hablaba mitad ruso mitad español (nosotros decíamos que hablaba “ruñol”) y que tomaba sopa con tenedor (al parecer una conducta normal en Rusia). Desde que la conocimos nos preguntamos, y le preguntamos, cómo era que había terminado en Calamuchita pero nunca entendimos la respuesta. La verdad es que nunca entendimos una palabra de lo que decía pero era simpática, tenía una risa muy contagiosa… y unos pintorescos bigotes. Ah, si…y también conocimos a Antonia. Lindo Calamuchita, eh!

domingo, 28 de noviembre de 2010

Far East


John “Waldemar” Eastwood, el más rápido del Este

John “Waldemar” Eastwood nació en Texas, Estados Unidos. Creció al calor de las leyendas del “Far West” como Billy the kid o Buffalo Bill. Su principal alimento fueron las historias de esos personajes, contadas primero por su abuelo antes de dormir y luego vividas por él y sus amigos, con quienes se pasaba discutiendo por nunca “morirse” cuando le disparaban. No cabían grandes dudas a la hora de hacerle un regalo de cumpleaños, pistolas de juguete, placas plásticas de sheriff, sogas o sombreros de cowboy. Muy pronto supo lo que haría. Lo vio bien claro y se decidió a concretarlo. Averiguaría por el lugar que tuviese la mayor cantidad y a los mejores pistoleros. Ahorraría todo lo que pudiese y finalmente se iría lo más lejos posible. No es que estuviese harto sino que para él no tenía sentido desperdiciar tanta energía en tratar de ser mejor que los mejores cuando podía ir a un lugar donde no tuviera que esforzarse tanto. Si en el Oeste estaban los más temibles pistoleros, él partiría hacia el Este. Lo más al este que pudiera llegar. Lamentablemente sus ahorros le alcanzaron tan solo para tomar la carreta del viejo Phill, que recorría únicamente cuatro kilómetros y medio. Y ni siquiera le alcanzaba para el trayecto entero, por lo que tuvo que bajarse a tan solo doce cuadras de su casa. Afortunadamente allí conoció a Washington Fernández, un estafador uruguayo que sobrevivía con aquel truco de engañar al público preguntándole en cuál de los tres vasos está la pelotita. Por mucho tiempo John le rogó que le enseñe este “arte” pero recién cuando confió en su objetivo de irse lo más lejos posible Washington aceptó. Juntos recaudaron un montón de dólares y por fin Eastwood pudo realizar su deseo. Compró un boleto sólo ida, para viajar en barco a Colonia, Uruguay. Fernández se mostró curiosamente generoso en regalarle su ropa. Es que su intención era que lo confundieran con él y lo arrestaran en su lugar. Una vez allí, retó a duelo al sheriff con pistolas de agua a las 13.17 hs (uno quería al amanecer y el otro al atardecer y calcularon la mitad exacta entre lo uno y lo otro de ese día para conciliar). A Waldemar le quedaban varios dólares que utilizó para asegurarse que la empleada doméstica del sheriff retrasara su reloj, por lo que éste jamás se presentó y resultó desterrado y acusado de cobarde. Y Waldemar se convirtió en el flamante nuevo sheriff de Colonia, también conocido como “el más rápido del Este”. Sobre su gestión no se escucharon grandes críticas pero tampoco era un pueblo muy conflictivo, aunque sí llegan a nuestros días algunos comentarios de “malas lenguas” sobre las retribuciones que pedía a las mujeres de “mala vida” por dejarles continuar su profesión; las únicas casi tan rápidas como él. 



La guerra de los inmundos.


Invadiendo la Tierra en verano

El 17 de enero de 1942 transcurría como cualquier otro día de verano. Como todos los veranos estaba pasando las vacaciones en Mar del Plata con mis abuelos. Ese día en particular, estábamos los tres de lo más tranquilos en la playa: mi abuelo se había comprado una cámara fotográfica y pasaba las horas buscando algo para inmortalizar en una foto; mi abuela, en un acto de desborde, se salpicaba con agua en la orilla del mar y yo, tirada boca a arriba en la arena, intentaba encontrarle formas lógicas a las nubes mientras saboreaba el noveno helado de la tarde… Cuando de repente, algo tapó el sol y acto seguido, me arrebató el helado de la mano. Indignada, más que asustada, me levante de un salto y lo que vi en ese momento…esta en la foto que esta más arriba. El fotógrafo fue mi abuelo, que apretó el disparador sin querer del susto.
Fue una invasión cortita (duro exactamente 37 minutos) y, la verdad, resultaron ser seres muy simpáticos pero, desde ese entonces, todas las noches miro al cielo y con el puño cerrado grito con todas mis fuerzas: “me deben un helado, eh!!”.

Historieta para nenitas


Profe: -Está muy bien, pero vamos a ver algunos detalles...
Lo: -Bueno.
Profe: -Me gusta la composición, los cuadros, pero le falta algo...
Lo: -más obejtos, detalles...?
P:- no.
L:-le agrego más sombra?
P:- no, no es eso...
L:- y si...
P:- Sangre. Le falta sangre.
L:- ... Es una historia de amor...
P:- Por ejemplo en el primer cuadro se podría asomar la punta de un cuchillo con sangre o en el segundo en vez de que él esté parado podría estar más horizontal, como en un charco de sangre, ponele...

(Lore empieza a incomodarse y empalidecer, instintivamente se agarra fuerte de la silla y hace fuerza por no desmayarse)

P:- ...y en el que está visto de arriba, en lugar de que llueva se podrían estar cubriendo de restos humanos que les caen y...

(Lore marca el 911 en su celular, intentando no ser vista. No hay señal).

P:- ... y en el final podes cambiar el helado y que se esten tomando cada uno el intestino del otro, por ejemplo. Que se yo, algo clásico...

Lore quiere salir corriendo pero su estómago no la deja. Se arrepiente de haber comido minutos antes de la clase lo que ahora está viendo en el piso. 

un poco despúes...

P: - Bueno ¿ya andas mejor? fijate de trabajar esos detalles esta semana. Nos vemos la clase que viene.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Flaco


Hubo un tiempo en que "Flaco" tenía un nombre de verdad como esos que se llaman José, Daniel, Roberto o Arturo.  Pero ya se lo olvidó. Es lo que pasa cuando no te visitan y no tenes a nadie con quien hablar. Alguna vez intentó tener una vida mejor. No otra porque no tuvo ninguna anterior. Esta no es una de esas historias normales en las que alguien nace, vive, le pasan ciertas cosas, se muere, pierde tejido muscular y piel y termina como un esqueleto. Nada de eso. Flaco nació esqueleto y por ahora no se murió; aunque a veces se queje de "morirse de aburrimiento", lo hace tan solo en sentido figurado. Desde muy chico fue despreciado por sus propios padres por faltarle piel y carne. Se escondió largo tiempo en un cementerio hasta que un día se hartó y se decidió a buscar trabajo. El modelaje parecía lo más acertado para su figura así que se orientó hacia ese rubro con mucho éxito algunos años. Lamentablemente los estándares de belleza volvieron a cambiar y fue despedido por obeso. Una vez superada su etapa de anorexia y depresión se quiso dedicar a la actuación cinematográfica. Pero sobre-actuaba mucho y no quedó en ningún casting. Recibió críticas muy duras que terminaron de pisotear su -a esta altura ínfimo-ego. En los `80 consiguió un trabajo en el "tren fantasma" del Italpark que no le gustaba tanto pero le servía para mantener algunos vicios como la quiniela y el chimichurri. Principalmente no le gustaba la filosofía de trabajo del lugar. Por ejemplo no lo dejaban descansar cuando no había clientes sino que lo mandaban a hacer tareas de mantenimiento de las que no entendía nada.  Luego vino el desastre que todos conocen y chau Italpark. En los `90 logra recuperar la esperanza al formar una banda de punk rock llamada "Belleza Putrefacta" que tuvo mucho éxito (en especial se escucharon en todo el mundo sus covers de los Ramones y Misfits). A raíz de esto se convirtió en una personalidad muy popular y se adaptó muy bien por primera vez. Tenía amigos, novia, planes para el futuro, etc. Sin embargo esta sensación le resultaba tan rara que nunca logró hallarse y terminó aislándose de todos y volviendo a su cementerio. Cuando se pasa de aburrido suele hacer algunas bromas de mal gusto para asustar a los que van a visitar a sus familiares, como salir del cajón sorpresivamente o consolar el hombro de alguna viuda con su mano huesuda para que la mujer al voltear y verlo pegue gritos tremendos. A pesar de que muchos ponen en duda sus intenciones él dice que esto suele ayudar mucho a desestructurar esas situaciones dramáticas, llegando incluso a provocar carcajadas...a sí mismo por supuesto.

20.000 lenguas quemadas tomando submarino

Chucho, la casa del Coco II

Bungee Car Jumping


Este grupo de amigos odiaba las costumbres yankis. Se la pasaban viendo series y películas estadounidenses para hacer completamente lo contrario. Su lucha anti-imperialista los llevaba a tomar medidas extremas como por ejemplo pedir hamburguesas extra en Mc Donnalds para poder armar sus "anti mac" compuestas por un pan entre dos hamburguesas, ir a ver baseball y gritar "gooooooooooool" cuando alguien hacía un "home run" o ponerle mate cocido a su vaso de coca. Algo que siempre les había parecido una boludez era eso del "conductor designado", es decir que tomen alcohol todos menos el elegido para manejar. Tanta indignación y repudio les producía que aquella noche se decidieron a hacer lo más lógico: Que solo tome el que maneja. 

Reproducción de su último diálogo:

Carlos: - ¡GUARDAAAAAAAAAA!
Amigos (a coro):- ¡Estás manejando vooooooooooooooooooos...!

Pecera pantalón (Primavera-Verano 1923)



En cada uno de sus cumpleaños, al apagar las velitas, Gervasio pedía el mismo deseo: “convertirse en un payaso reconocido”. Durante 25 años pidió lo mismo sin resultado alguno. No había caso, por más que se esforzaba, no era gracioso. Es que Gervasio no tenía pasta de payaso. La verdad es que era terriblemente malo. A poco de empezar su función, el público no podía evitar el bostezo y algunos, por no decir la mayoría, se quedaban completamente dormidos. Una vez, mientras Gervasio hacía un número con globos, se escucho un ronquido tan fuerte… que, del susto, Gervasio tambaleó y cayó sobre los globos reventándolos todos. Esto a su vez despertó a la mayor parte del público que empezó a aplaudir sin saber que pasaba.
La carrera de Gervasio iba en picada: cada vez más gente se dormía en sus funciones. En realidad, nadie jamás había logrado ver un show completo. Es más, en el pueblo, se decía: “las mejores siestas son las que se duermen durante los espectáculos de Gervasio” y el dueño del circo llegó a promocionar el número de Gervasio así: “Pase y duerma”.
Gervasio estaba desvastado. No importaba que hiciera, es resultado era siempre el mismo: ronquidos, cabeceos y gente dormida. Pero, en el fondo, Gervasio no se resignaba.
Corrían los años 20´…Un buen día, por esas casualidades causales de la vida, llegó al pueblo una reconocida diseñadora de modas y, por alguna extraña razón, decidió entrar al circo. Tal vez el viaje la había agotado y estaba buscando un lugar donde dormir. Pero la verdad, no lo se. Bueno, la cosa es que al ver el espectáculo de Gervasio se le ocurrió una idea genial para su nueva colección. Los pantalones pecera de Gervasio fueron sensación en la temporada primavera- verano de 1923. Hubo carteles de Gervasio pegados en los lugares más exclusivos y se podía ver a las personalidades más reconocidas usando sus pantalones. Incluso el presidente estadounidense Warren G. Harding, vistió solemnemente un colorido pantalón pecera durante la firma del Tratado de Versalles. 
Y…me gustaría terminar la historia diciendo que a partir de entonces Gervasio triunfó como Payaso, pero estaría mintiendo. Siguió siendo malísimo. Después de un breve periodo de fama… abandonó el espectáculo definitivamente y terminó sus días como paseador de perros. Si, es una historia de mierda